viernes, 10 de abril de 2009

Melodía

Entonces, la música inundó completamente la sala. Parecía imposible que solo una par de manos causaran ese efecto sobre las teclas del piano, causando el eco de una emoción extraordinaria.
La música comenzó algo lenta, con tintes dulces y rápidos.
Luego empezó a ser más alegre, más rápida, llena de felicidad, de sensaciones. Extremadamente dulce, bella, magnífica. Pero siempre suave y delicada.
Me inundó por completo y por un momento, no quise salir. Dejé que me invadiera, que ocupara cada fibra de mi cuerpo. Formé parte de ella, la sentí, interpreté.
Sonreí, con los ojos cerrados, intentando imaginarme una historia para esta música tan maravillosa e irreal.
Pero luego, hubo una pausa y comenzó a ser mas tranquila, como al principio, lenta, pero siempre dulce. Era simplemente perfecta la forma en la que había empezado, cualquier cambio estaría mal. La canción se encaminó a la realización, más lento y más bajo. Terminando con una nota solemne, como los arcos resonantes de una catedral llena de velas.
Al abrir los ojos, me di cuenta de que se habían humedecido, estaba llorando.
Te levantaste, quitaste las manos de las teclas marfil y me abrazaste. Y, luego, dulcemente, limpiaste mis lágrimas. Yo no dije nada, supuse que la fascinación de mi rostro era suficiente.
Lentamente, acercaste tu rostro al mío, y sentí un escalofrío de lo más delicioso cuando tu dulce aliento rozó mi piel, mientras susurrabas bajito a mi oído.
-Tú la inspiraste.